La niña Feliciana, como
otras niñas grandes y pequeñas por desgracia, aprendió que estaba
muy bien ser Feliciana. Que debía aspirar incansablemente a ser Mari
Perfección. Pero que cuidado con dejar asormar a Indignación... y
mucho menos a su hermana Furibunda. Para entendernos: que las niñas
buenas nunca se enfadan. Y que siempre pueden ser un poco más
buenas, aunque esa es una historia aparte.
Indignación y Furibunda,
que son las hermanas de las que hablaremos hoy, son gemelas y suelen ir de
la mano. Cuando a la primera no la dejan expresarse como debiera y la
obligan por demasiado tiempo entonces la segunda sale en su defensa.
Siempre. Inevitablemente. Y lo hace de una manera enérgica, poco
medida y en ocasiones cruel que llena de disgusto a la otra cara de
la moneda, la que habitan Mari Perfección y Desesperación Fernández.
Indignación es liviana y
sensible. Nota en el cuerpo agresiones e injusticias, por más que
vayan disfrazadas de normalidad. Y cuando las siente protesta, pone
límites, se aleja, busca apoyos, traduce su rabia en palabras o llora, que tampoco es mala solución y además sienta genial. A veces se equivoca y le toca pedir disculpas, no vamos a negarlo. Pero qué vamos a hacer, somos humanos... y para ser justos Indignación acierta más de lo que se equivoca, así que no merece tan poca confianza.
Furibunda en cambio es como la
Hulka que encabeza el post. Con menos pecho y mucho menos músculo,
vale, pero con el mismo tono verde de la rabia contenida. Y con la
misma fuerza, la de quien se harta, se planta y no deja que pasen por encima de
sus derechos, sus deseos, sus sentimientos y sus opiniones. Bien
vista tampoco está tan mal Furibunda. Seguro que también tendría sus propios momentos, si no tuviera que andar todo el día salvándole la cara a su hermana.
Ya asentada y organizando
sus sentimientos respecto a México, un país que también aprende a decir #yamecanse, a Feliciana le pica todo el cuerpo y
sabe que es porque en las últimas semanas no ha sido del
todo respetuosa con este par de hermanas. Y se siente triste y
disgustada, no porque otros le nieguen a Indignación y Furibunda,
sino porque de vez en cuando aun se sorprende a sí misma negándoselas. Poco a poco, Feliciana.
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