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domingo, 8 de febrero de 2015

A bossa negra – Elza Soares

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Cada año más o menos a estas alturas en la ciudad de Feliciana, que es Bilbao, el frío corta como un cuchillo y si una se descuida se desliza bajo la piel y se instala en los huesos hasta marzo... eso siendo optimistas. Cuando esto pasa, al menos en lo musical, Feliciana se va a los trópicos y suele hacer parada en A bossa negra, disco ya mítico en su repertorio que le calienta el espíritu y le hace arrancarse a cantar y a mover las caderas a ritmo carioca... con mayor o menor acierto, que eso es lo de menos.



A bossa negra es una Novedad extra-parsimoniosa –vió la luz en 1961– y fue uno de los mayores éxitos de Elza Soares, cantante cuya trayectoria inspira a Feliciana en lo artístico y también en lo personal. Porque esta DIVA con mayúsculas, desafiante y transgresora –una especie de Sara Montiel brasileña, salvando las distancias– es una de las figuras más personales y renovadoras del samba, que supo fusionar con el jazz y el scat primero, con el soul, el rock o el funk luego... Y últimamente, cuando ya se acerca a los ochenta años, con la música electrónica.

Aunque no muy conocida por las latitudes de Feliciana, Elza Soares no necesita presentación en Brasil, y ha sido comparada con Tina Turner, Edith Piaf o Celia Cruz por su arrolladora personalidad dentro y fuera del escenario. Pero sobre todo por su impresionante elasticidad vocal, que le valió ser elegida "Mejor cantante del Universo" por la BBC... cosas de la BBC, en fin. Y a lo largo de una carrera kilométrica -seis décadas nada menos- ha subido a lo más alto de las listas brasileñas en muy diversas épocas, sabiendo evolucionar y sonar contemporánea sin dejar de ser ella misma. Aunque en casa, al menos durante un tiempo, la moral de la época y su tortuosa vida personal –digna del culebrón más retorcido– parecen haber ensombrecido al mito.

Mujer, negra y pobre -minorías que junto al colectivo gay no se cansa de defender- Elza Soares nació en una favela carioca, donde sus padres la casaron a los 12 años por aquello de tener una boca menos que alimentar. A los 18 ya tenía cinco hijos, a los que sacaba adelante con un empleo miserable en una fábrica de jabón, hasta que un concurso de la radio la descubrió para el público, al estilo de los cuentos de hadas de la vieja escuela. Solo que en éste la protagonista había visto morir a dos de sus hijos de inanición. Y, según cuenta ella misma, había recibido un tiro en el brazo de su primer marido, que le prohibía cantar por la radio "porque eso es cosa de putas".
Verídico o leyenda, que de todo parece haber en la biografía de esta mujer, es sólo uno de los muchos encuentros y desencuentros que salpican su historia: los primeros éxitos girando por Argentina, donde dicen que conoció a Astor Piazzolla... la invitación de Louis Armstrong, con quien coincidió cuando, ya convertida en estrella, representó a Brasil en el Mundial del 62... Y por supuesto el encuentro que la uniría durante 16 años a Garrincha, la malograda gloria del fútbol patrio. Un amor que en público le valió la censura de las radios, la antipatía del público -el futbolista estaba casado y con hijas- y hasta un exilio en Italia durante la dictadura militar. Y que en lo privado equivalió a la ruina y los malos tratos por parte de un hombre que acabaría muriendo a los 49, víctima de un alcoholismo crónico.

Luchadora incansable y poseedora de unas impresionantes ganas de vivir, tras su divorcio a finales de los 70 Elza volvería a resurgir gracias a una colaboración con Caetano Veloso en el disco Língua. Pero el destino aun le tenía reservada otra desgracia, ver morir a su hijo con Garrincha, también jugador de fútbol. "He perdido la cuenta de las veces que he visto a Elza caer al fondo de un pozo para volver a salir, golpeando la cabeza contra el techo", dijo en cierta ocasión un amigo de la cantante. Y el comentario no puede ser más verídico: ya en 2002, superada la edad de la jubilación, la artista logró uno de los mayores éxitos de su carrera con  Do cóccix até o pescoço. O sea, "Del cóccix al cuello", en referencia a otra desgracia personal, las tres operaciones de columna a las que ha tenido que someterse después de una aparatosa caída de un escenario en 1999.

Excesiva e incombustible, lejos de rendirse Elza Soares sigue dando conciertos, eso si obligada a cantar sentada... y ni modo de sambar, por aquello de los problemas de columna –" aprendi a hacer un meneo en la cadera", se ríe la artista–. Y sigue embarcandose en nuevos proyectos, como el del vídeo anterior, A voz e a maquina, donde la suya, maravillosa, ronca, vibrante, se bate no con uno, sino con dos Djs. O el largometraje My name is now, Elza Soares, de la directora Elizabete Martins Campos, estrenado en la pasada edicion del Festival de Rio parece que con buenas críticas. Vamos, que para alegría de Feliciana parece que queda Elza para rato.
Ubicación: Bilbao, Bizkaia, España

1 comentario:

  1. Soares, toda una artista donde las haya, gracias Brasil por traernos un poco de calor tropical a estas latitudes!

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